julio 17, 2009

La Compañía de Jesús

Al espíritu tradicional del catolicismo de mediados del siglo XVI,se yergue una Orden que supone una visión distinta del culto. Ignacio de Loyola, su creador altera el sentido claustral de entonces, generando una transformación en el seno de la Iglesia. Al respecto, expresa Benjamín Vicuña Mackenna, "Herido en una pierna en el sitio de Pamplona, un simple Capitán de tropa y la lectura de un libro místico que hiciera sólo por solazar las horas de su curación, exaltó su espíritu enfermizo a tal grado que dejando el lecho, la casa paterna y rompiendo sus amores con una dama de Castilla, arrojó la espada del cinto y empuñando en su lugar una cruz y una muleta, fuese a las provincias de su patria a buscar prosélitos de su exaltado misticismo. No los halló y antes bien perseguido como iluso por los inquisidores, buscó el fruto de su propaganda en el destierro. Casi pobre, oscuro, perseguido, cojo y viajando a pie, fue sucesivamente a París, Roma y a Jerusalem, las tres grandes capitales de la humanidad moderna, hasta que a los diecisiete años de lucha reúne siete secuaces". Esta vida aventurera y errática pero con un fin claro y deseado como era el de llevar la palabra y la obra de Jesús al mundo, se convierte en realidad merced a la Bula Regimini Militantis Ecclesiae de 1540; un año más tarde es electo Primer General de los Jesuitas. Y continúa Vicuña Mackenna expresando que "Siendo una de los principales fines de la Orden, catequizar y ganar almas con habilidad y con destreza, tenía que ser uno de sus principales medios, apoderarse de la educación de la juventud, de la dirección de las conciencias y de la enseñanza pública. Para esto, necesitaban ellos estudiar mucho, y saber mucho para poder desempeñar con ventaja el magisterio, el confesionario y la predicación. Necesitaban también los conocimientos profanos y la instrucción amena para influir en todas las clases de la sociedad, por ello se dedicaban al uso de las lenguas, de la poesía, de la retórica, de la física, de las matemáticas, como de la filosofía, de la teología,la historia eclesiástica y de la sagrada escritura" Es interesante ver cómo las virtudes cardinales, en mayor y en menor medida, se funden en Ignacio de Loyola, creando un hombre nuevo, ya mejor y distinto que el anterior, y que merced a esas virtudes como la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza ha generado una verdadera revolución en la Iglesia. Su Compañía de Jesús o también llamada Sociedad de Jesús ya diseminada por la tierra y su estilo fáctico y no tradicional para la época, representó un antes y un despúes en la consagración de las Órdenes al servicio de Jesús. Respecto a la educación, desde lo didáctico, tiene aristas curiosas y salientes que nos traen a los tiempos actuales, tanto que cabría preguntarse: ¿Habrá estado en la didáctica aplicada por los jesuitas, la base del constructivismo?

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